A veces la vida nos deja a la altura del yogurt y nos coloca fecha de caducidad: «Le quedan dos meses; lo siento…». ¡Vaya palo!
De primeras, la autocompasión y el miedo se apoderan de nosotros (normal): «¿Por qué a mí?». Esa sensación de inmortalidad que nos ha acompañado desde que tenemos uso de razón se viene abajo de repente. El miedo a lo desconocido nos bloquea por completo. Sigue leyendo